En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGÓ
LA 119.a NOCHE
Ella dijo:
...me detuvo y me dijo: «Aguarda un momento. Tengo que revelarte una cosa.» Entonces, un poco sorprendido, me senté de nuevo a su lado; y ella desdobló un pañuelo, sacó de él esta tela cuadrada en que está bordada esa primera gacela que ves delante de ti, ¡oh mi joven señor! y me la entregó, diciéndome: «Guarda esto con el mayor cuidado. Lo ha bordado una joven muy amiga mía, que es princesa de las Islas del Alcanfor y del Cristal. Este bordado ha de ser para ti de gran importan- cia. ¡Y te recordará siempre à la que te ha hecho este obsequio!» Y en el límite del asombro, le di expresivamente las gracias y me despedi de ella; pero estupefacto con lo que me sucedía, olvidé re- citarle la estrofa que me había enseñado Aziza.
Al llegar á casa, encontré á mi pobre prima tendida en el lecho, porque estaba enferma; pero al verme hizo un esfuerzo para levantarse, y con los ojos arrasados en lágrimas, se arrastró hasta mi, me besó en el pecho y me apretó largo rato contra su corazón. Y me dijo: «¿Le has recitado la