gastar nada; y no te permitiré abrir el bolsillo, por- que en mi casa el pan siempre está fresco y la copa siempre está llena. En cambio, sólo te pediré una cosa, joh Aziz!» Y yo dije: «¿Qué cosa?» Y ella con- testó: «¡Que hagas conmigo lo que hace el gallo!»> Y yo, más asombrado, pregunté: «Pero ¿qué hace el gallo?»
Al oir mi pregunta, soltó una sonora carcajada, tan fuerte, que se cayó de trasero, y se puso á tre- pidar de alegría, palmoteando. Después dijo: «¿Es posible que no conozcas el oficio del gallo?» Y yo contesté: «¡No, por Alah! ¡No conozco ese oficio! ¿Cuál es?» Y ella dijo: «¡El oficio del gallo, joh Aziz! es comer, beber y copular!»
Entonces, verdaderamente confuso al oirla ha- blar así, dije: «¡Por Alah! No sabía que hubiese tal oficio. Y ella contestó: «Es el mejor de todos los oficios. ¡Conque ánimo, ¡oh Aziz! ¡Ciñete el cintu- rón, fortalécete los riñones, y ojalá lo hagas dura y secamente, durante mucho tiempo!» Y gritó á su madre: «¡Oh madre! Ven en seguida.»
Y vi entrar á la madre con cuatro testigos, cada uno de ellos con un candelabro encendido. Avanza- ron, y después de las zalemas acostumbradas, se sentaron en corro.
Entonces la joven se echó el velo por la cara, según se acostumbra, y se envolvió en el izar (1). Y los testigos redactaron el contrato.