á la princesa Donia, la que sabe dibujar y bordar gacelas tan admirablemente sobre el brocado. Mi amor no tiene remedio, y si no la consigo, huiré de mi pais, de mis amigos y de mi casa, y me suici- daré por causa de ella.»
Entonces, su padre, viendo que era muchísimo peor contrariarle, le dijo: «En ese caso, ¡oh hijo mio! ten un poco de paciencia, y dame tiempo para que pueda enviar al rey de las Islas del Alcan- for y el Cristal una embajada que vaya á pedirle la mano de su hija, según el ceremonial que desde antiguamente se acostumbra, y que se empleó para mi cuando me casé con tu madre. Y si se negase, abriré la tierra por debajo de él y haré que caiga sobre su cabeza todo su reino en ruinas, invadien- do y devastando sus comarcas con un ej rcito tan numeroso, que al desplegarse llegaria su vanguar- dia á las Islas del Alcanfor, cuando la retaguardia estuviera todavia detrás de las montañas de Is- pahán, frontera de mi Imperio. >>
Después de esto, el rey mandó llamar al joven mercader Aziz, amigo de Diadema, y le dijo: «¿Co- noces el camino de las Islas del Alcanfor y el Cris- tal?» El otro contestó: «Lo conozco.» Y el rey dijo: «Me alegraria muchísimo que acompañases á mi gran visir, al cual envío de embajador cerca del rey de aquella comarca.» Y Aziz contestó: «¡Oh rey del tiempo! ¡Escucho y obedezco!»
Entonces el rey Soleimán llamó al gran visir, y le dijo: «Arregla este asunto como te parezca me-