descansado cuatro dias, fueron á visitar á los mer- caderes del gran zoco de la seda.
Y por el camino dijo el visir: «Se me ocurre una cosa para que podamos alcanzar el fin deseado. >> Y el príncipe contestó: «Habla como gustes, pues los ancianos tienen inspiraciones, y sobre todo cuando poseen como tú la experiencia de los negocios. >> Y el visir dijo: «Mi idea es que, en vez de dejar las mercaderías encerradas en el khan, donde los pa- rroquianos no pueden verlas, abramos para ti, ¡oh príncipe! una gran tienda en el zoco de la sedería. Y tú, en calidad de mercader, te sentarás á la en- trada de la tienda para vender y mostrar los géne- ros, mientras que Aziz estará en el fondo para darte todas las telas y desenrollarlas. Y de esta suerte, como eres tan hermoso, y como Aziz no lo es me- nos que tú, he aquí que la tienda llegará á ser in- mediatamente la más concurrida del zoco.» Y Dia- dema contestó: «¡La idea es admirable!» Y vestido con un magnífico traje de gran mercader, entró en el zoco de la seda, seguido de Aziz, del visir y de sus servidores.
Cuando le vieron pasar los mercaderes, queda- ron completamente deslumbrados por su belleza. Y todos dejaron de atender á los parroquianos en aquel momento. Los que estaban cortando telas se que- daron con las tijeras en alto. Los que compraban abandonaron sus compras. Y todos se decían á un tiempo: «¿Será que el portero Raduán, aquel que tiene las llaves de los jardines del cielo, se habrá