hammam!» Y el jeque dijo: «Déjanos saborearlos.» Y Aziz recitó los siguientes:
¡Es una morada que robó sus bordados à las rocas
floridas! Su calor te haría crerte en una boca del in-
fierno, si no experimentases en seguida sus delicias, y
no vieras en su centro tantas lunas y soles!
Cuando Aziz hubo acabado esta estrofa, se sentó
al lado de Diadema. Entonces, el jeque, maravilla-
do completamente, exclamó:"<<¡Por Alah! ¡Habéis
sabido unir la elocuencia con la belleza! Dejadme
ahora deciros á mi vez algunos versos exquisitos.
O más bien, os los voy a cantar, pues sólo el canto
puede expresar las bellezas de estos ritmos. >> Y el
jeque apoyó la mejilla en la mano, entornó los ojos,
movió la cabeza, y cantó acompasadamente:
10h fuego del hammam, tu calor es nuestra vida! 10h fuego del hammam, devuelves la vida á nuestr s cuerpos y aligeras nuestras almas, que se confortan gra- cias á til ¡Oh hammam! ¡oh amigo! ¡Tibieza del aire, frescura de la pila, rumor del agua, luz de lo alto, mármoles puros, salas umbrosas, olores de incienso de cuerpos perfumados, os adoro! Y ¡Ardes con una llama que nunca se extingue, y per- maneces frío en la superficie y lleno de suaves tinieblas! ¡Eres umbrio, hammam, á pesar del fuego, como mis deseos y como mi alma! ¡Oh hammam!