mi alma una sola de sus miradas. ¡Oh buena señora! Haz eso por mi, discurriendo el medio que te dicte tu fértil sabiduría. >>
Y la vieja dijo: «Sabe, ¡oh luz de mis ojos! que junto al palacio en que vive la princesa Donia hay un jardin, reservado únicamente para ella. Va allí una vez al mes, acompañada de sus esclavas, y entra por una puerta secreta para evitar las mira- das de los transeuntes. Precisamente dentro de una semana bajará al jardin, y entonces vendré á ser- virte de guía y á ponerte en presencia del ser ama- do. Creo que, á pesar de todas sus prevenciones, sólo con que te vea la vencerá tu hermosura. Por- que el amor es un don de Alah, y viene cuando á Él le place.»
Entonces Diadema respiró más á gusto, y dió gracias á la vieja, y la invitó, puesto que ya no po- dia presentarse á su señora, á aceptar la hospitali- dad de su casa. Y en seguida cerró la tienda, y marcharon los tres hacia la morada del príncipe.
Y por el camino, Diadema se volvió hacia Aziz y le dijo: «¡Oh hermano Aziz! Como no tendré tiem- po de ir á la tienda, té la čedo completamente. ¡Y harás de ella lo que te parezca mejor!» Y contestó Aziz: «¡Escucho y obedezco!»
Y llegaron á la casa, y refirieron al visir toda la historia, como también lo del sueño de la prin- cesa y lo del jardin en que debían encontrarse. Y le pidieron su parecer sobre el asunto.
Entonces el visir reflexionó un buen rato, y des-