pués levantó la cabeza y dijo: «¡Ya he encontrado la solución! ¡Vamos ahora al jardin para examinar bien el terreno!» Y dejó á la vieja en la casa, y se dirigió acompañado de Diadema y Aziz al jardin de la princesa. Cuando llegaron á él vieron sentado á la puerta al viejo guarda, á quien saludaron. El guarda les devolvió el saludo, y entonces el visir empezó por deslizar cien dinares en la mano del viejo, y le dijo: «¡Oh mi buen jeque! Desearíamos refrescarnos el alma en ese hermoso jardín y tomar un bocado entre las flores y los arroyos. Somos fo- rasteros que buscamos para nuestro regocijo los si- tios agradables.» Entonces el jeque contestó: «En- . trad, pues, huéspedes mios, y acomodaos mientras voy á comprar lo necesario para comer.» Y los hizo penetrar en el jardin, y marchó al zoco, no tardan- do en volver con un carnero asado y pasteles. Y se sentaron en corro á la orilla de un riachuelo y co- mieron á satisfacción. Entonces el visir dijo al guarda: ¡Oh jeque! Ese palacio que se ve desde aqui se halla en muy mal estado. ¿Por qué no lo mandan arreglar?» Y el guarda exclamó: «¡Por Alah! Es el palacio de la princesa Donia, que lo dejaria caerse á pedazos antes que ocuparse de él. Vive demasiado retirada para atender à tales co- sas. >> Y el visir dijo: «¡Qué lástima, mi buen jeque! Siquiera el piso bajo deberian arreglarlo un poco, pues es lo que se ve más. Si quieres, yo pagaré to- dos los gastos.» Y el guarda dijo: «¡Que Alah te oiga!» Y contestó el visir: «Toma entonces estos
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Apariencia