moso es ese joven, y qué alto, y qué gallardo! ¿Lo conoces por casualidad?» Y la vieja repuso: «No lo conozco, pero á juzgar por su apostura debe de ser el hijo de algún rey. ¡Ah, mi señora! ¡cuán maravi- lloso es, en efecto!» Y Sett-Donia repuso: «¡Es ex- tremadamente hermoso!» Y la vieja asintió: <<¡Ex- tremadamente! ¡Cuán dichosa será su amada!» Y á hurtadillas hizo señas al príncipe para que saliera del jardín y regresara á su casa. Y el príncipe así lo hizo, mientras que la princesa le seguía con la mirada, y decia á su nodriza: «¿Adviertes, ¡oh Dudú! el cambio que se ha verificado en mi? ¿Es posible que yo pueda sufrir tal turbación al ver á un hombre? ¡Comprendo que estoy enamorada, y que ahora me toca á mí solicitar el favor de tu ayu- da!>> Y la vieja dijo: «¡Confunda Alah al Tentador maldito! ¡Hete aquí, ¡oh señora! cogida en sus re- des! ¡Pero realmente es muy hermoso el varón que va á libertarte de ellas!» Y Donia dijo: «¡Oh Dudú mi buena Dudú! No tienes más remedio que traerme á ese hermoso joven. ¡No lo quiero recibir mas que de tus manos, mi querida nodriza! ¡Por favor, ve á buscarle! Y he aquí para ti mil dinares y un vestido de mil dinares. ¡Y si te niegas, me moriré!» La vieja contestó: << Vuelve entonces á palacio y déjame obrar á mi gusto, y te prometo que realizaré esa unión tan admirable.>>
E inmediatamente dejó á la princesa y salió en busca del principe, que la recibió lleno de alegría y empezó por darle mil dinares de oro. Y la vieja