Salieron los dos, y echaron á andar hasta la puerta del palacio, cuyo guarda era precisamente el jefe de los eunucos en persona. Y al ver á aque- lla desconocida, el jefe de los eunucos preguntó á la vieja: «¿Quién es esta joven que nunca he visto? Haz que se acerque, para que la pueda examinar, pues las órdenes son terminantes. La he de palpar en todos sentidos, y la he de desnudar, si es pre- ciso, porque están bajo mi responsabilidad estas esclavas nuevas. Y como á ésta no la conozco, dé- jame que la palpe con mis manos y que la mire con mis ojos. » Pero la vieja se escandalizó, y dijo: «¿Qué dices, ¡oh jefe de los eunucos!? ¿No sabes...
En este momento de su narración, Schahrazada. vió aparecer la mañana, y discreta según costum- bre, no prolongó más su relato aquel día.
PERO CUANDO LLEGÓ
LA 135.a NOCHE
Ella dijo:
«¿Qué dices, ¡oh jefe de los eunucos!? ¿No sabes que esta esclava ha sido llamada por la princesa para utilizar su arte de bordadora? ¿No sabes que es una de las bordadoras de esos admirables dibu- jos de la princesa?» Pero el eunuco refunfuñó: «¡No hay bordados que valgan! ¡Ile de palpar á la recién