mamiento á las caricias desconocidas. Entonces el principe se desembarazó rápidamente de las ropas que le estorbaban, y brincó hacia el diván, cogien-. do en brazos á la princesa dormida. Y el grito de espanto de la joven, despertada de improviso, que- dó ahogado por unos labios que la devoraban. Así se verificó el primer encuentro del hermoso prin- cipe Diadema y la princesa Donia, en medio de los muslos que se entrelazaban y de las piernas trepi- dantes. Y aquello duró del mismo modo durante todo un mes, sin que uno ni otro interrumpieran el estallido de los besos, ni el gorjeo de las risas, que bendecía el Ordenador de todas las cosas bellas. Esto en cuanto á ellos.
Pero respecto al visir y á Aziz, he aquí que es- tuvieron aguardando hasta la noche el regreso de Diadema. Y cuando vieron que no llegaba, em- pezaron á alarmarse seriamente. Y cuando apare- ció la mañana, sin que hubiesen tenido noticias del imprudente principe, ya no dudaron de su perdi- ción y quedaron completamente desconcertados. Y en su dolor y perplejidad, no supieron qué hacer. Y Aziz dijo, con voz ahogada: «¡Las puertas del pala- cio ya no volverán á abrirse para nuestro amo! ¿Qué haremos ahora?» El visir dijo: «¡Aguardar aquí, sin movernos!» Y asi permanecieron durante todo el mes, sin comer ni dormir, lamentando aque- lla desgracia irremediable. Y como al cabo de un mes seguían sin saber nada del príncipe, el visir dijo: «¡Oh hijo mío! ¡qué situación tan difícil! Creo