Brisa! ¡Su soplo llega hasta mi viniendo de entre los Beni-Taim! ¡Pacifica mi higado y me embriaga! Dime, esclavo Saad: ¿aquella cuyo tobillo se ciñe con el cascabel sonoro se acuerda alguna vez de mis ju- ramentos de amor? ¿Y qué dice? ¡Ah, pulpa de mi corazón, un escorpión te ha pica- do! ¡Ven, amiga! ¡Me curaré con el antídoto de tus la- bios, aspirando tu saliva y su frescura!
Cuando Kanmakán hubo oído por segunda vez
este canto misterioso, quiso de nuevo ver en las
tinieblas; pero como no lo pudo lograr, se subió á
la cima de un peñasco, y con toda su voz, clamó...
En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGÓ
LA 140.a NOCHE
Ella dijo:
...se subió á la cima de un pеñasco, y con toda su voz, clamó: «¡Oh caminante entre las tinieblas de la noche! ¡Por favor! ¡Acércate aquí! ¡Oiga yo tu historia, que debe parecerse á la mía! ¡Y nos consolaremos mutuamente!» Después se calló.
Pasados algunos momentos, la voz que había cantado dijo: «¡Oh tú que me llamas! ¿Quién eres?