En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGÓ
LA 142.ª NOCHE
Ella dijo:
>>Había un hombre que adoraba la carne de las virgenes y que no pensaba en otra cosa. De modo que como esa carne es de precio tan elevado, singu- larmente cuando es escogida y de encargo, y como no hay fortuna que pueda resistir indefinidamente unas aficiones tan costosas, el hombre consabido, que nunca se cansaba de ellas y se dejaba llevar de la intemperancia de sus deseos-porque sólo el ex- ceso es reprensible-, acabó por arruinarse comple- tamente.
>> Un día en que, vestido con su traje todo destro- zado y descalzo, iba por el zoco mendigando el pan para alimentarse, le entró un clavo en la planta del pie, y lo hizo sangrar abundantemente. Entonces se sentó en el suelo, trató de restañar la sangre, y acabó por vendarse el pie con un pedazo de trapo. Pero como la sangre seguia corriendo, se dijo: «¡Va- mos al hammam, á lavarnos el pie y á sumergirlo en el agua, que le sentará admirablemente.» Y fué al hammam, y entró en la sala común á la cual van los pobres, y que ostentaba una limpieza exquisita,