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Página:Las mil noches y una noche v5.djvu/232

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

reluciendo de manera encantadora. Y se acurrucó en el estanque central y se puso á lavarse el pie.

» A su lado estaba un hombre que acababa de bañarse y mascaba algo con los dientes. Y el he- rido se sintió muy excitado por la masticación del otro, y se apoderó de él una ansia ardiente de mas- car también aquello. Entonces preguntó al otro: «¿Qué mascas, vecino?» El otro contestó en voz baja, para que nadie le oyera: «¡Cállate! ¡Es has- chisch! ¡Si quieres, te daré un pedazo!» El herido dijo: «¡Verdad es que quisiera probarlo, pues hace tiempo que lo deseo!» Entonces el hombre que mas- caba se sacó un trozo de la boca y se lo dió al he- rido, diciéndole: «¡Ojalá te libre de todas tus pre- ocupaciones!» Y nuestro hombre cogió el pedazo y lo mascó, y se lo tragó entero. Y como no estaba acostumbrado al haschisch, en cuanto se produjo el efecto en su cerebro por la circulación de la droga, empezó á sentir una hilaridad extraordinaria, y es- parció enormes carcajadas por toda la sala. Pasado un momento, se desplomó sobre el mármol y fué presa de diversas alucinaciones, de las cuales te contaré una de las más deliciosas.

»Primeramente creyó verse desnudo del todo y bajo el dominio de un terrible amasador y dos ne- gros vigorosos que se habian apoderado por com- pleto de su persona, siendo como un juguete entre sus manos. Le daban vueltas y lo manipulaban en todos sentidos, clavándole en las carnes sus dedos nudosos é infinitamente expertos. Y gemia bajo el