gritos de alegria surcaron el espacio, lanzados por millares de hombres y mujeres que le aclamaban por rey. Y el visir Dandán, á pesar de su avanza- da edad, se apeó en seguida y fué á dar la bienve- nida y á jurar fidelidad al descendiente de tantos reyes. Después entraron en Bagdad, mientras la ne- gra, montada en el camello y rodeada de una mu- chedumbre considerable, contaba una historia de entre sus historias.
Y lo primero que hizo Kanmakán al llegar á pa- lacio fué abrazar al gran visir Dandán, el más fiel á la memoria de sus reyes, y luego á los jefes Rus- tem, Turkash y Bahramán. Y lo segundo que hizo Kanmakán fué ir á besar las manos de su madre, que sollozaba de alegría. Y la tercera cosa fué decir á su madre: «¡Oh madre mia! ¡Dime por favor cómo está mi amada prima Fuerza del Destino!>> Y su madre contestó: «¡Oh hijo mio! No puedo contestar- te, porque desde que te perdi no he pensado mas que en el dolor de tu ausencia.» Y Kanmakán dijo: ¡Te suplico, ¡oh madre mía! que vayas á saber no- ticias suyas y de mi tia Nozhatú!» Y la madre salió y fué à las habitaciones de Nozhatú y su hija Fuerza del Destino, y volvió con ellas al gran salón en que las aguardaba Kanmakán. Y entonces fué el des- bordamiento de la alegría, y se dijeron los versos más bellos, y entre más de mil los siguientes:
¡Oh sonrisa de perlas en los labios de la amada,
sonrisa bebida en las perlas mismas!