un saco vacío, me lanzó cual una pelota por el aire, y me recogió al vuelo con la otra mano. Y asi me sostuvo con el brazo tendido, como quien sostiene en un dedo un pájaro domesticado. Yo no sabia ya si todo aquello era un sueño, ó si aquel joven de mejillas sonrosadas era un genio que vivía en aquella tienda con una hurí. Y lo que después pasó me hizo suponer que debería ser eso.
>> Efectivamente, cuando la joven vió el triunfo de su hermano, se precipitó hacia él, le besó en la frente, y se colgó muy dichosa del cuello de su ca- ballo, al cual guió hacia la tienda. Y una vez alli, descabalgó el joven, llevándome debajo del brazo como quien lleva un paquete. Y me dejó en el suelo, me mandó poner de pie, y cogiéndome de la mano me hizo entrar en la tienda. Pero en vez de aplastar- me la cabeza con el pie, le dijo á su hermana: «Des- de ahora es el huésped que está bajo nuestra pro- tección. Tratémosle con dulzura.» Y me hizo sentar en la esterilla, y la joven me puso detrás un cojín, para que descansase mejor; y fué á colgar cn su sitio las armas de su hermano, y á traerle agua perfu- mada para lavarle la cara y las manos. Después lo vistió con un ropón blanco, y le dijo: «¡Que Alah, ¡oh hermano mío! haga llegar tu honor al límite más alto, y te ponga como un lunar en la faz gloriosa de nuestras tribus!» Y el joven contestó:
10h hermana mia, de la raza de los Bani-Thalaba!
¡Me has visto combatir por tus ojos!