aqui, harían una salida, convencidos de cuán infe- riores son á ellos en número los musulmanes, y esta salida sería muy funesta para nuestros hermanos. Y levantaron el campo, marchando apresura- damente hacia Constantinia, mientras Daul'makán, para animar á sus guerreros, improvisó las siguieu- tes estrofas:
¡Oh Señor! ¡Te ofrezco mi alabanza, puesto que eres la gloria y la alabanza, y no has dejado de llerarme de la mano por el camino dificil!
¡Me diste la riqueza y los bienes, me concediste con tu gracia un trono, y has armado mi brazo con la vale- rosa espada de las victorias!
¡Me entregaste un Imperio cuya sombra es consi- derable, y me has colmado con el exceso de tu genero- sidad!
¡Me sostuviste siendo extranjero en los países extran- jeros, y fuiste mi fiador cuando estaba tan oscurecido entre los desconocidos! ¡Gloria á ti! ¡llas adornado mi frente con tu triunfo! ¡Hemos aplastado con tu ayuda á los rumis, que niegan tu poder, y los hemos perseguido como á rebaño en dis- persión!
¡Gloria á ti! ¡Pronunciaste contra las filas de los im- pios la palabra de tu ira, y helos aquí, para siempre ebrios, no con la fermentación generosa de los rinos, sino con la copa de la muerte!
¡Y si algunos de los creyentes cayeron en la batalla, han logrado la inmortalidad y están sentados bajo las