Página:Las mil y una noches (Antoine Galland).djvu/13

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— 7 — pensamientos, que al volver el sultán Chabriar de la cacería, le encontró transformado, alegre y risueño.

Un cambio tan repentino de talante, sin una causa ostensible, debía llamar naturalmente la atención del sultán, como antes la había llamado su melancolía; y deseoso de saber la causa que había producido la una y el otro, el sultán rogó cariñosamente á su hermano, y en vista de los repetidos ruegos é instancias de éste, se vio obligado á ceder, y aunque con repugnancia, le contó lo que le había sucedido con su esposa en Samarcanda la noche de su salida.

Aprobó el sultán lo ejecutado por su hermano con los dos culpables. «No extraño tu gran pesar, le dijo; era la causa muy legítima; pero alabado sea Dios que te ha enviado el consuelo, y como no dudo que éste sea también fundado, y aun extraordinario, te ruego que me lo comuniques, haciendo de mí una entera confianza.»

Mucho más arduo y delicado era el satisfacer en este punto la curiosidad del sultán, y Ghazenan se resistió á complacer á su hermano diciéndole que como le interesaba más de cerca, temía que su confidencia le causaría mayor pena que la que él había experimentado. Esta negativa no hizo más que avivar los deseos del sultán, de modo que el rey de la Gran Tartaria se vio obligado á ceder, y le refirió lo que había presenciado en el jardín mientras él estaba cazando, terminando su relación con algunas reflexiones propias para calmar la irritación que le causó la conducta de su esposa la sultana, y aconsejándole que se consolara como él se había consolado en vista de esa ligereza y liviandad que parece ser inherente al sexo frágil.

Chabriar, sin embargo, no dio entero crédito á la narración de su hermano, sin ver por sus propios ojos si era verdad lo que el rey de Tartaria le había contado, pues abrigaba la esperanza de que, tal vez, se habría engañado.

Para conseguir este objeto, hizo preparar otra nueva cacería para la que partieron ostensiblemente con toda la corte los dos príncipes; pero llegada la noche se volvieron secretamente y disfrazados á palacio. Amaneció el día siguiente, y el sultán Chabriar pudo convencerse de que su hermano no se había engañado, puesto que la sultana y sus mujeres repitieron en el jardín las mismas escenas que el rey de la Gran Tartaria había observado.