rodeada de todas las comodidades i halagos de la fortuna! —soportaba alegre i contenta tan terribles pruebas.
Jamas las molestias de su vida errante, la pérdida de sus goces materiales, de su fortuna, de su familia, de su encumbrada posicion social, turbaron el sueño de esa heróica mujer; nunca sus labios dejaron escapar un reproche ni una queja. Enferma a veces, criando dos hijos, durmiendo entre dos cunas, su alma solo sufria ante el incierto porvenir de esos niños i el sombrío destino de su esposo. Amaba a ese hombre desgraciado, a ese espíritu fogoso, a ese jenio proscrito, con toda la fuerza del primer amor. Amenazada constantemente en su cariño por el recuerdo del doble patíbulo de Mendoza, en que perecieron Luis i Juan José Carrera, una secreta voz le decia que el mismo caeria derribado a su sombra. Cuando tales ideas asaltaban su mente, su pasion se transformaba en locura, hubiera querido estrechar eternamente entre sus brazos, aprisionándolo para siempre, a ese ser que se le escapaba, que huia en persecucion de un ideal imposible.
Las exijencias de la lucha en que estaba