Asamblea de los dioses, brillante todo con el divino tue. go que encendió sobre las alturas del Eta.
Neoptólemo.—Anda, si quieres. ¿Pero cómo asi, sin proferir palabra, permaneces en silencio y estás como atónito?
Filoctetes.—¡Aaah, aaah!
Neoptólemo.—¿Qué hay?
Filoctetes.—Nada grave; pero vete, hijo.
Neoptólemo.—¿Acaso to aprieta el dolor de la dolencia que sufres?
Filoctetes.—No, ciertamente, sino que creo que empiezo a aliviarme, ¡oh dioses!
Neoptólemo.—¿Por qué invocas a los dioses con esos gemidos?
Filoctetes.—Para que ellos nos salven y asistan benignos. Aaah, aaah!
Neoptólemo.—¿Qué te pasa? ¿No me lo quieres decir y permaneces silencioso? Claro se ve que estás sufriendo.
Filoctetes.—Estoy perdido, bijo, y no podré ocultaros el dolor. ¡Attatay! Me traspasa, me traspasa. ¡Infeliz! ¡Pobre de mf! Estoy perdido, hijo. Me devora, hijo. ¡Papay! ¡Appapapay! ¡Papappapapp&pappapay! ¡Por los diosés!, si tienes, hijo, cerca o en las manos una espada, bièreme en el pie; córtamelo en seguida; no temas por mi vida; anda, niño.
Neoptólemo.—¿Qué novedad te ha ocurrido asi do repente, que tan grandes llantos y gemidos te hace dar?
Filoctetes.—Lo sabes, hijo.
Neoptólemo.—¿Qué es?
Filoctetes.—Lo sabes, nitio.
Neoptólemo.—¿Qué te pasa? No lo sé.
Filoctetes.—¿Cómo no lo sabes? Pappapappapay!
Neoptólemo.—¡Terrible es el peso de tu dolencia!