Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/71

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
51
ELECTRA

larme, que esto es interminable y nunca jamás dejaré de sufrir, llorando así indefinidamente.

Coro.—Pero con la mejor buena voluntad te digo, como una buena madre, que con tus desgracias no engendres otra desgracia.

Electra.—Pero ¿qué medida hay para apreciar mi desgracia? Dí, ¿cómo ha de ser obra buena hacer desprecio de los muertos? ¿En qué corazón humano germinó tal sentimiento? Ni quisiera hallarme honrada entre esa gentuza, ni, aunque me encontrase bien agasajada, conviviria tranquila abatiendo el vuelo de mis agudos lamentos y dejando de honrar la memoria de mi padre. Porque si es que el miserable a quien matan ha de quedar convertido en polvo y nada más, y los asesinos no pagan con el debido castigo, la vergüenza y la piedad deben desaparecer de entre los hombres.

Coro.—Yo, hija mía, he venido con deseos de consolarte y tranquilizarme a mí misma. Si no tengo razón, tuya es la victoria: todas a una te obedeceremos.

Electra.—Yo me avergüenzo, ¡oh mujeres!, si creéis que os importuno con mis incesantes lamentos; pero como la violencia me obliga a proferirlos, perdonadme. ¿Cómo no haría lo mismo toda mujer bien nacida, al contemplar la ignominia de su casa? Ignominia que estoy viendo va aumentando día, y noche en vez de desaparecer, y con la cual convive de la manera más afrentosa la madre que me parió. Además, vivo en palacio con los mismos asesinos de mi padre; y ellos mandan de mí y de ellos depende el que yo tenga una cosa o sea privada de ella. Además, ¿cómo crees que pasaré yo los días, cuando veo a Egisto sentado en el mismo trono de mi padre, y veo que lleva los mismos vestidos que aquél, y que esparce las libaciones domésticas en el mismo sitio en que le asesinaron, y veo también,