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trás de los hombres; no podrás jamás esconderte ante la verdad. Si verdaderamente amas a los hombres, a los que sufren, heme aquí, tómame a mí. O yo te tomaré a ti.. ¡Sí, querido!...

V

Permanecía siempre sentada, los brazos enlazados alrededor del cuello, feliz, sonriente, como loca. Sin abrir los ojos, para gozar mejor de sus pensamientos, hablaba lentamente, casi cantando.

—Sí, rico mío. Vamos a embriagarnos; vamos a llorar juntos lágrimas dulces llenas de felicidad. ¡Te quedas conmigo para toda la vida! Cuando entraste hoy en el salón y vi tu imagen en el espejo me dije: «¡Aquí está mi amado!» No sé si eres mi hermano o mi amante, pero eres para mí.

El recordó la pareja negra, como de duelo, que había visto en el espejo del salón, y ante este recuerdo sintió un dolor tan agudo que sus dientes rechinaron. Se acordó también de su revólver, que llevaba en el bolsillo, de los dos días y dos noches de persecuciones policíacas, de su llegada a aquella casa, del sucio lacayo que le abrió la puerta, de la dueña de la casa que lo introdujo en el salón, de las tres mujeres desconocidas...

Y su dolor se apaciguaba poco a poco. Comprendió al fin claramente que era el mismo de antes, que estaba completamente libre y que podía ir a donde quisiera.