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Tú me llevarás allá, ¿no es eso, querido? ¿No te dará vergüenza llevarme desde una casa de lenocinio? Comprenderán cómo tuviste que venir aquí y no te lo reprocharán. Cuando a un hombre le persigue la policía se oculta donde puede... En cuanto a mí haré todo lo posible por que no sientan el haberme aceptado... Pero ¿no dices nada?

El seguía callando.

—¿Te da vergüenza llevarme donde esos hombres?

—No iré. No quiero ser bueno.

Un nuevo silencio, como si un gran pájaro negro desplegara sus alas sobre el lecho. Luba se levantó con precaución y descendió al suelo.

—¿Qué haces?—preguntó él.

—Voy a vestirme. Se vistió y se sentó en la silla. El silencio se hizo tan profundo, que parecía que en la habitación no había nadie.

—Creo que todavía queda un poco de coñac—dijo él—. Toma una copita y vuélvete a la cama...

VI

Era de día ya cuando la policía entró en la casa dormida. Después de largas vacilaciones, causadas por el temor a un escándalo y a la responsabilidad, la dueña de la casa envió a Markuscha al puesto de policía con una relación detallada sobre el extraño visitante y hasta con su revólver. Allí comprendie-