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rotoso de chalas amarillas y quebrajeadas, entre los verdes parches del pasto otoñal que luchaba para tapar las manchas negras de la tierra desnuda, devolvían al sol su nota alegre los zapallos Angola y los criollos, haciendo relumbrar en el suelo el barniz de su verdeobscuro realzado de ribetes y salpicaduras de oro..

Y del armónico esplendor de tantos colores, suavemente amortiguado por el vaho azulado que se levantaba de la tierra húmeda y caliente, de la inefable quietud de la atmósfera, subían hasta el corazón bondadoso de don Calixto las ganas de tener å quién ofrecer parte de todo aquello, de su pequeña cosecha y del inmenso bienestar de que se sentía invadido.

Como para hacerle el gusto, vino justamente de visita, en este momento, uno de sus vecinos, hombre viejo, que vivía solo en su choza, de lo que le daban los demás, pues estaba imposibilitado por la edad para ganarse la vida; y tan luego como después de haber atado al palenque su caballo, se le hubo acercado á don Calixto, éste se levantó, cediéndole el banquito en el cual estaba sentado, y tomó para síasiento, por lo demás, bastante incómodo—uno de los zapallos que se estaban oreando encima del techo.

La conversación entre estos dos gauchos, aunque fueran ambos pobres de solemnidad, pronto versó, tan naturalmente como la de cualquier capitalista, sobre los bienes de la tierra y su mejor empleo.

—¡Zapallos lindos!—exclamó el viejo.— Tan sazonados, tan grandes! ¡ Y qué cantidad había tenido, don Calixto! Quién tuviera una carrada de ellos, 1 curándose en el techo, con las heladas, para hacer sabroso el puchero!

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