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EL HOMBRE QUE HACIA LLOVER

Don Benito era un pobre gaucho muy dado á la bebida. No tenía campo, ni hacienda, ni ganas de tenerlos, y bien podía haber sequía ó crecidas, para él era lo mismo, pues, cuando donde se hallaba, las cosas andaban mal, echaba por delante los zainos y se mandaba mudar á otros pagos.

La sempiterna conversación de los hacendados sobre la lluvia y el buen tiempo lo tenía fastidiado, y si algún vasco ovejero le preguntaba si, á su parecer, pronto tendrían agua, solía contestar que con tal que no faltase la caña, no había por qué afligirse.

Una noche volvía á su guarida medio bamboleándose en el caballo, cuando, á la claridad de la luna, vió relucir en el pasto un objeto desconocido. Se apeó, lo alzó, lo miró, lo echó en el bolsillo del saco, y volvió á subir en el mancarrón.

Hacía como dos meses que no llovía; el cielo estaba más despejado que nunca, y, cosa rara, mientras alzaba el objeto y lo miraba rápidamente, se lo ponía en el bolsillo y volvía á montar, llovió un rato, cesó de llover, volvió á caer agua y paró otra vez.

—¡Oh!—pensó el gaucho ;—¿qué será esto? ¡y moja esta agüita!... Lindo para el campo; les gustará á los vascos.