Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/147

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 143 —

No va á llover nada—insistió el otro.

1 Cien pesos á que llueve!—gritó don Benito.

—¿De dónde saca los cien?—le preguntaron.

—Respondo con mi tropilla, señor. Y por lo demás, va á llover; ¿no le digo?

— Me gusta el hombre !—exclamó el estanciero.

—Parece que fuera Dios. Bueno; ¡ pago, por los cien !

— Pago !—dijo don Benito.

Y viéndose ya rico, pasó todo el día gastando en copas y en convidadas algo de lo que consideraba ya ganado.

A la oración, á pesar de no haber ni señas de tormenta, pidió con toda seriedad una bolsa y fué á tapar el recado en medio de las risas de los presentes, Pensaba, una vez en el patio y lejos de toda mirada indiscreta, sacar del bolsillo la tablita despacio, levantarla con precaución, para que primero viniese mansa el agua, y colgarla después en alguna pared, para que siguiese lloviendo fuerte hasta la madrugada, en que ya podría ir á cobrar los cien pesos.

Puso, no sin alguna emoción, la mano en el bolsillo del saco... ¡ Nada!... no estaba la tablita. Quedó tieso y busca que te busca, ¡ nada! ¿Habría saltado del bolsillo á la venida? Don Benito no se acordaba muy bien si, desde entonces, la había ó no sentido en el saco. Lo cierto es que no estaba y que en ninguna parte la podía encontrar. Se fué al rancho sin decir nada á nadie, y al día siguiente se mandó mudar, prefiriendo que lo tratasen en su ausencia de cualquier cosa, antes que entregar la tropilla, lo único que poseía. Se fué lejos; galopó leguas y leguas, y por todas las regiones que iba cruzando parecía llevar consigo la sequía. Y debía de ser así, pero