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sopló el viento, brilló el sol, y empezaron á respirar los pobres estancieros.

Don Benito, justamente, calculando que ya había durado bastante su amable chanza, se había puesto en viaje para venir á dar vuelta á la tablita. Cuando llegó á la comarca que tan bien había regado, extrañó ver que no llovía más y que, con el soplo del pampero se empezaba ya á secar el campo. Enderezó para su rancho; pero tenía que vadear un arroyito, y el arroyito, por su culpa, se había vuelto un río, y don Benito, en un remolino, fué volteado del caballo, arrollado por las olas, y. tragando en una sola vez más agua de lo que en toda su vida había tomado de caña, se ahogó.

Desde entonces, han tenido buen cuidado los encargados del manejo de las nubes, de no extraviar más sus tablitas de hacer llover; y si, de vez en cuando, por el modo con que molestan á los hacendados y agricultores, parecen haberse vuelto, ellos mismos, un poco locos y hasta nerversos, á veces, sólo es que sufren ligeros descuidos ó que ceden, sin pensar, á estos pequeños caprichos y fantasías, tan comunes y tan excusables, por lo demás, entre gente de gobierno.