Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/163

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 159 —

1 LOS HUEVOS DE AVESTRUZ

En aquellos pagos, ya muy poblados y relativamente cercanos á la gran ciudad de Buenos Aires, hacía tiempo que no se veían avestruces, cuando inesperadamente corrió la voz de haber aparecido uno, hembra, al parecer. Iba solo, zanqueando por los campos con tanto apuro, que por todas partes á la vez parecía que lo habían visto, y muchos vecinos que nunca siquiera habían tenido boleadoras, inútiles ya entre puros animales mansos, se empeñaron en fabricarlas, por si acaso. Pensar en boleadas en estancias todas divididas en potreritos y pobladas de haciendas refinadas era más bien resabio de criollismo que idea de gente cuerda, pero también saber que por allí anda un avestruz y no sentir la tentación de buscarlo para meterle bola, hubiera sido ya por demás cosa de gringo.

La verdad es que aunque nadie lo hubiese todavía tenido á tiro, nadie tampoco había que no le hubiera visto correr á lo lejos, por lo menos una vez, y esto, sin que los alambrados parecieran incomodarlo.

Una mañana, don Joaquín, pobre puestero á sueldo de una est cia grande, cuyo campo había poblado, antes que fuese de nadie, su propio padre y en el cual había nacido, encontró por fin un huevo del