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LA OLLA DE GABINO

Había una vez en el campo un gaucho que se llamaba Gabino. Vivía con su mujer, Quintina, y sus dos hijos pequeños, en un rancho de mala muerte, cuidando su muy pequeña majada, algunas vacas y una manadita de yeguas. Eran pobres, pues el producto de sus pocos animales apenas les daba para los vicios, y á pesar de que economizaran la carne lo más que podían, la majada, lejos de aumentar, más bien se iba mermando, pues el escaso aumento tenía que pasar todo, y á veces algo más, por el asador ó por la olla.

Pero no por esto se lamentaba Gabino; no soñaba con hacer fortuna y mientras no llegara á faltar la carne, estaba lo más dispuesto á encontrar llevadera la vida, á pesar de todas las pequeñas miserias que consigo suele traer á los pobres y, según dicen, también á los ricos.

Quintina, su mujer, era más difícil de contentar, y siempre se quejaba de algo: del sol ó del viento, cuando estaba lavando, del humo, cuando estaba cocinando; de que el capón era chico; de que la carne era flaca ó demasiado gorda, ó muy dura si era oveja vieja. Eternamente, retaba marido ó á los chicos; Gabino dejaba que retase; comprendía que, para ella, rezongar era consuelo para todos los males