Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/191

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 187 —

es mejor hacer puchero. Y Gabino se tenía que conformar, comprendiendo que era cierto y que, con todo, su mujer tenía razón. El asado es un lujo, un derroche que no permitían ya las circunstancias.

Una noche que, como de costumbre, la olla estaba en el fuego, Gabino, dejando el mate en la mesa, exclamó :

—Tengo un hambre que parecen dos.

—Voy á servir ya contestó la mujer, y con el trinchante, empezó á sacar de la olla las presas de carne cocida que nadaban, escasas y pequeñas, en el caldo. Puso la fuente en la mesa, colocó en un banquito á las dos criaturas y les dió, cada una, para que comieran con las manos, una presita y un pedazo de galleta, é iba á servir al impaciente Gabino, cuando se oyó, en el palenque, un débil: «Ave María», que hizo que aquél se levantara y asomara la cabeza á la puerta del rancho.

En el palenque, esperando la venia para apearse, estaba un gaucho viejo, viejísimo, forastero, seguramente, pues no se acordaba Gabino de haberle visto nunca por estos pagos. Su caballo, extenuado, al parecer, por los años y la flacura; su apero miserable, los harapos con que venía vestido, no dejaron á Gabino y á Quintina la mínima duda sobre su posición social y financiera.

—Bájese, amigo, bájese ;—gritó, en seguida, Gabino. Y dando algunos pasos á su encuentro, lo invitó á entrar y á comer, si tenía ganas.

—¡ Hombre! — contestó el viejo, — sin cumplimiento, aceptaré, pues tengo un hambre que parecen tres.

Quintina, al oir semejante declaración, lo miró con terror. Sumó, en su mente, las dos hambres de