Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/220

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 216 —

ayudó en algunas de sus fechorías con tanto tino que todos le fueron cobrando plena confianza.

Juntándolos entonces un día todos, les dijo que si querían seguir sus indicaciones, iban, en una sola noche, á llevarse toda la majada en un sitio donde la tendrían á su disposición para cuando quisieran. Los cimarrones aceptaron y se dieron cita para la noche.

A medida que iban llegando, Travieso los llevaba al jagüel, haciéndoles saltar en el pozo y recomendándoles el silencio más completo. Cuando estuvieron todos, les dijo que todavía tenía algo que preparar y que se quedasen quietos hasta su vuelta. Corriendo, fué á despertar á Salustiano, le hizo levantar, ensillar y venir, y lo llevó á la estancia; allí despertaron al dueño de casa y fueron los tres al jagüel, donde empezaban algunos perros á aullar de impaciencia y de inquietud. El estanciero, cuando vió así presos ciento y tantos de sus enemigos, felicitó á Salustiano por su habilidad y le pagó en seguida el premio prometido.

Como Travieso andaba siempre por el campo, olfateando, divisando y pispando, nada se le escapaba, y poco a poco, de uno á uno fué juntando con las cuatro yeguas de su amo una cantidad de potrillos y potrancas orejanos que ya no seguían madre y que, por un motivo ú otro, habían escapado á la hierra.

No dejó de encontrar también algunos terneros y vaquillonas en las mismas condiciones, y si no los podía arrear solo, Salustiano, avisado por él, lo hacía sin gran trabajo.

En sus correrías encontró también una vez por una gran casualidad una estaca plantada, que apenas sobresalía del suelo; buscó á todos vientos si no había otras, hallando así tres ó cuatro. No sabía lo que