Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/242

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 238 —

cha, que poco faltó para que se considerase como el último y el más desgraciado de los menesterosos.

Por primera vez le pareció injusto que algunos tuvieran tanto y otros tan poco, y pensó que sólo los ricos, los que tenían millones, podían vivir como condes».

— Y no hubiera tenido consuelo si algún tiempo después no le llega por fortuna otra visita.

Era un gaucho elegante y ricamente vestido de paño negro, montado en brioso corcel enjaezado con puros aperos de plata y de oro. Se apeó, sin pedir licencia, y acercándose con aire de patrón á don Sebastián, le dijo:

—Conozco tus deseos; sé que quieres ser rico para vivir «como un conde», y como eres un buen gaucho, he resuelto hacerte el gusto. Aquí tienesdijo, tendiéndole un tirador grande lleno hasta reventar de billetes de Banco, un millón de pesos.—Disfrútalo á tu antojo; pero acuérdate de que mermará de cien mil pesos, cada vez que tú mismo ó algún miembro de tu familia reniegue por tener tanta plata.

—¡Pues señor!—exclamó don Sebastián,―renegar por tener mucho dinero; seríamos más que zonzos.

Y tomando el tirador, iba á dar al forastero las gracias por su generosidad, cuando vió que ya había desaparecido.

La señora de don Sebastián entraba justamente en ese momento y frunció las narices, preguntando:

—¿Por qué quemaste azufre?

Yo?—dijo don Sebastián, ocultando la prenda en los dobleces del chiripá... Ah! sí, estaba curando un cordero de la lombriz.

No insistió la señora, y pasó para la cocina.