Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/244

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 240 —

Y de repente, don Sebastián, que no era muy paciente, exclamó :

—Para dolores de cabeza, no más, nos habrá regalado esa plata!

En el acto, notaron un ruidito en el baúl : ¡ Zuit !

—y levantándose ambos, con inquietud, fueron á revisar el tirador. Otro bolsillito había quedado vacío.

¡Se miraron con una geta !...

—Bueno, basta—dijo don Sebastián.—Ni pensar ya en la plata; de no, se nos va toda.

Y salió, por el campo, cavilando en muchas cosas contento, naturalmente, por un lado, de tener semejante capital, ochocientos mil pesos todavía !, pero desconsolado á la vez, por no saber qué hacer con él, y poseído del miedo de perderlo todo.

Ese temor de quedarse sin nada, tanto se iba apoderando de él, que cuando, al volver á su casa, oyó que su mujer le pedía mil pesos para ir al pueblito á comprar muchas cosas que hacían falta para la familia, le contestó con impaciencia :

—Sí, gastemos, no más, que ya pronto vamos á quedar sin nada.

Al oir semejante disparate, no pudo menos que decir la señora, con rabia :

—Pues si porque tienes plata, te vas á volver avaro, mejor es no tenerla.

En seguida se sintió, dentro del baúl, el ruidito que ya conocían; y pudieron, aterrados, comprobar que no quedaban más en el tirador que setecientos mil pesos.

Cuando llegó la noche, don Sebastián, por supuesto, se negó á dormir en otra parte que cerca de su tesoro, pues á medida que éste disminuía, más precioso se volvía, y tendió su recado contra el mismo