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Don Sebastián regresó á su casa con un entrevero formidable de ideas nuevas en la cabeza.

1 El pobre nunca había tenido mucha ocasión de tomarse el trabajo de pensar y no dejó de encontrar algo difícil la cosa; pero tenía cierta viveza natural, como cualquier gaucho, y no tardó en vislumbrar unas cuantas verdades que, antes, le habrían parecido mentiras.

Sabía ya, por ejemplo, que es más trabajoso de lo que á primera vista parece, emplear de modo sensato mucho dinero; que una suerte por demás inesperada puede traer consigo en la vida más trastornos que gozos; y que, aunque sea menos penoso, lo mismo tiene el hombre que acostumbrarse á la buena fortuna como á la mala.

Al ver la prudencia y la vigilancia continua que requiere la sola conservación de los bienes, adquiridos, á veces, sin esfuerzo, dejó de tener envidia á los ricos; y volvió á apreciar en su justo valor lo que poseía, comprendiendo que con lo que uno tiene siempre puede ser feliz, si á ello limita sus deseostenía ya calculado lo que Cuando llegó á su casa, iba á hacer con lo que le quedaba; empezó por dar á su señora los mil pesos que antes le había pedido, ofreciéndole más, si necesitaba, diciéndole que ya se había curado de la codicia y que debían hacer como antes gastar en proporción de lo que tenían, sin derroche, ni avaricia.

Después, con toda franqueza, le confesó las barbaridades que, en su ignorancia, había cometido; los dolores de cabeza que le había valido el regalo del forastero; sus reniegos injustos contra el dinero y el castigo de ellos.

Ahora se había vuelto juicioso: no tardó en en-