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do mate, un gaucho viejo, de luenga barba blanca, vestido como cualquier paisano pobre, y rodeado de unos cuantos galgos. Al llamado de Florentino, contestó con benévola invitación á que se apeara, y convidó al joven á desensillar y á hacer noche en su humilde morada.

1 Entre dos mates, le preguntó Florentino si conocía á su tío; y el viejo le contestó que sí; y también si vivía lejos de allí.

—Cerquita le dijo el viejo, sonriéndose, y empezó á hacerle, á su vez, preguntas tan precisas sobre los diversos miembros de su familia, que, bien pronto, no pudo tener duda alguna el joven de haber dado, por misteriosa casualidad, con el mismo tío á quien buscaba; pero, viéndolo tan pobre, tan desprovisto de todo, también pensó que de poca ayuda le iba á ser.

Asimismo le confesó que, si de tan lejos había venido en busca de él, era porque había oído contar muchas maravillas de su ciencia y de su poder y que, cansado de llevar vida de pobre, había pensado que le podría indicar algún medio de vivir dichoso.

—Y no te has de ir, muchacho, sin que te lo haya dado le contestó el viejo.

Florentino, al oir esto, y aunque pensara que, si realmente su tío tuviera el poder de crear las riquezas que á él le parecían indispensables para ser feliz, hubiera debido empezar por hacerse rico á sí mismo, se fué á dormir con el corazón lleno de esperanzas.

Pero, cuando á la madrugada del día siguiente, el tío le propuso acompañarlo con la tropilla á una estancia vecina, donde iban á tuzar yeguas y donde podrían, dijo, ayudando, ganar un buen sueldo, co-