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mo peones por día, Florentino se quedó aturdido, y lo miró con tanta admiración que no pudo menos, el viejo, que echarse á reir.

—¿Y qué hay en esto?—le dijo.—¿Te parece extraño que quiera ganar algunos pesos para los vicios?

Te prometí hacerte vivir dichoso, pero no sin trabajar.

Florentino se sometió y ensilló, pero pensaba que ese tío viejo no debía de ser muy brujo, y sentía haber hecho tanto viaje para quedar en la misma.

Trabajaron todo el día; comieron con los demás peones, un buen asado; recibieron, cada uno, tres pesos y volvieron al rancho.

Antes de acostarse, el viejo sacó de su recado una matra de lana, de las que fabrican los santiagueños, y dándosela al muchacho, le dijo:

—Bueno, Florentino; trabajaste mucho hoy y debes de tener ganas de dormir: anda y tiende tu recado donde te parezca mejor, en la pieza ó afuera, y para que sea más blanda la cama, agrégale esa matra.

Y dándole las buenas noches, se fué él también á dormir.

Florentino hizo como se lo había mandado su tío, y puso la matra que éste le había regalado entre las demás prendas de su recado. Se durmió, y bien pronto, pues estaba cansado de veras por el trabajo fuerte que había hecho en ese día, enlazando primero de á caballo las yeguas, durante toda la mañana, y trabajando de á pie, para cambiar, y dejar descansar sus caballos, durante toda la tarde.

Dormía profundamente, cuando le pareció que lo llamaba su tío, y disparando, se levantó y fué.

Encontró al viejo en el patio estaba desconocido ;