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chosas, de repente vió que, por eror ó por travesura, habían tuzado dos potros hermosos que ya pensaba reservar para formar una linda yunta volantera; al mismo tiempo, un potrillo, el más lindo de la manada, recibió al caer, de un pial, golpe tan feroz que quedó muerto en el acto, con el espinazo quebrado.

Y antes de que tuviera tiempo para enojarse, la tranca de la puerta del corral se rompió, al ser atropellada por un trozo de animales, y disparó para el campo toda la manada, interrumpiéndose el trabajo, en medio de los gritos de los gauchos que echaban correr en persecución de las yeguas.

Florentino, ya disgustado con la tuzada inoportuna de sus potros, y por la muerte del potrillo, se sulfuró del todo con la rotura de la tranca y la disparada de la hacienda en pleno trabajo; y castigando su caballo para ayudar él también, y más que ninguno, á recoger las yeguas... despertó, y se encontró muy extendido en el recado, cerca de la puerta del rancho.

—Buenos días, muchacho—le dijo su tío, ya sentado cerca del fogón y tomando mate.—¿Qué tal dormiste?

—Bien, no más, tío; gracias. Pero ya era tiempo que despertase, pues se me disparaban las yeguas v ya me iban á dar más trabajo de lo que en realidad valen.

—Qué yeguas, hombre?

—Las de un sueño lindo que tuve; que me hizo feliz durante toda la noche, y que sólo se acabó cuando ya se volvía pesadilla; de modo que lo he gozado sin tener por qué sentirlo.

El tío no contestó nada; pero después de tomar mate, le propuso á Florentino que fueran otra vez