Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/267

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 263 —

—¡Qué bien nos supo encontrar! ¡Cómo adivinando campea!

—¡Qué olfato y qué vista!

—¡Y qué hombre galopador!—relinchó la madrina de una tropilla que estaba cerca.

—¡Pues no!—confirmaron los caballos.—Nos dejó cansados á todos, con la campeada.

Y todos en coro dijeron:

—¡Gaucho más guapo dudamos que haya! Cáselo con Ciriaca, don Gregorio.

Don Gregorio se despidió de la viuda bastante turbado; y un rato después entraba en la pulpería de donde sacaba el gasto, y lo convidaron á almorzar.

La conversación pronto cayó en noviazgos de muchachas de la vecindad.

—¿Y Ciriaca?—preguntó la mujer del pulpero,—¿cuándo la casa, don Gregorio?

—¿Quién sabe, señora, quién sabe? Es tan difícil encontrar un hombre sin vicio.

—¡Sin vicio, don Gregorio! dice—exclamó el pulpero, presa de súbito alboroto.—¡Y yo que me iba á olvidar! Tengo para usted un encargo. Ultimamente hubo aquí un gran bochinche. Más de cincuenta gauchos estaban reunidos, jugando, tomando, y empezaron á pelear. No sabía yo qué hacer para evitar alguna desgracia, cuando un muchacho, el único que no estaba tomando, se les impuso á todos y los hizo sosegar.

Amigo don Gregorio, le prometí decirle á usted, en la primera ocasión, que era él el único mozo sin vicio que pudiera encontrar para su hija Ciriaca... Lo que sí, ¡caramba! me olvidé el nombre.

—Lorenzo, será—dijo don Gregorio.

—Justito, Lorenzo; esto es. ¿Cómo sabe usted?