Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/280

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 276 —

—Guachita, no te vayas, ¡no me dejes, Guachita! ¡te quiero!

Contestando á este grito de amor, un grito de rabia se dejó oir en el palenque.

El jinete había desaparecido y la Guachita, tiernamente recostada en el brazo viril de su amante, volvía con él á la sala.

¡Milagro! La Guachita, negra, fea, contrahecha, se había transformado en una niña regiamente hermosa y bizarra, y aclamaron todos, entusiastas, á la joven pareja, cuyo amor había vencido á la muerte envidiosa y á sus hechizos.