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¡Cuándo iba ese gateado á correr un tiro tan largo!

—¿No lo vieron hace un rato?

—Será maña ¿qué son cien varas? pero diez cuadras, es otro cantar.

Asimismo, se cruzaron muchas apuestas, y bien se puede asegurar que los que fueron al gateado no eran de esos descreídos que todo lo niegan.

Sin esfuerzo ganó el gateado, dejando tirado al otro, y cuando se apeó el amo lo miraban todos con admiración, y unos cuantos gauchos viejos allí presentes, con orgullo susurraban:

—Todavía somos un poco, nosotros, de aquellos tiempos.

El gaucho del gateado los convidó á celebrar con los cien pesos su victoria y gastó todo, sin contar, con ese afán tan criollo de lucir los pesos hasta que no quede ninguno.

Poco después hubo reyerta en la pulpería: cuestiones de juego entre mamados, y salieron á relumbrar los cuchillos. Peleaban dos tipos, de bombacha y de bigote, con apellidos en etti, y más peleaban para darse corte de gauchos, que con ganas de cortarse.

El viejo del gateado se les quiso interponer; veía que de chambones podían desgraciarse sin querer, y así se lo dijo para que dejasen de compadrear; pero fué lo bastante para que, dejando de pelear entre sí, se le diesen vuelta, insultándolo, tratándolo de viejo entrometido, y amenazándolo con los cuchillos, soñando ya con la gloria de darle un tajo. Fué breve la cosa el viejo, viendo que se le venían como relámpagos, desenvainó y zás, zás, con un revés á cada cual, los apaciguó en seguida; y mientras enju-