Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/284

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 280 —

gaban, asustados la sangre que les chorreaba de la cara, les aconsejó que se dejasen crecer la barba para ocultar los tajos, y que así parecerían más gauchos.

Todos lo miraban ahora con respeto, ya no parecía tan débil, ni tampoco osamenta el gateado, y cuando juntos se fueron, al tranquito, por la Pampa, perdiéndose en las sombras de la noche, se preguntaban todos quién sería ese viejo, y más de uno pensó que, más bien que ser viviente, debía de ser el alma de algún gaucho de antaño.

Lo que muy bien puede ser, pues á mucha distancia de allí y el mismo día, mientras estaban tratando de bolear avestruces unos hombres que, persiguiéndolos sin ton ni son, no podían conseguir otra cosa que cansar los caballos, había aparecido de repente entre ellos el gaucho del gateado. Viejos, viejísimos eran ambos, escuálidos y, al parecer, sin fuerza ni valor; asimismo, se les ofreció el hombre para dirigir la boleada, criticando el modo de hacer de ellos, asegurándoles que así nunca iban á cazar nada.

Primero quisieron algunos burlarse de él; unos le preguntaban dónde tenía la tropilla, ó si pensaba con el gateado solo bolear avestruces; otros le decían que á su edad podía quizá dar consejos, y formar en el cerco... del fogón, pero que para andar corriendo, era ya muy viejo.

El gaucho del gateado los miraba sin contestar, cuando cerquita del grupo que formaban, se levantó un venado y salió disparando entre las pajas.

—¡A ver quién lo caza!—exclamó el viejo, y antes de que los otros jinetes hubieran salido, corría él, volaba, en el gateado, revoleando las boleadoras. Avergonzados, venían los demás en tropel, siguiéndolo de lejos; y antes que se hubieran podido acercar,