Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/287

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 283 —

ñuelo y los animales apartados. Pero como la gente que trabajaba, criollos de nueva ley, bombachudos y de bigotes en punta, jinetes medio maulas y de poco coraje, montados en caballos bien gordos pero lerdos y mal enseñados, á menudo dejaban escapar novillos y después les erraban veinte veces el tiro de lazo, no pudo hacer menos el viejo que, de vez en cuando, entrometerse, y atajar con su gateado algún novillo, cortándole el camino y costeándolo, ó enlazándolo si se iba lejos y pechándolo también con el valiente pingo, cuando era necesario.

El resero, un vasco ya entrado en años y que sabía lo que era trabajar, aplaudió en varias ocasiones al gaucho del gateado, viéndolo tan guapo, se decidió á conchabarlo de capataz para arrear la tropa, dándolo de modelo á los muchachos que allí estaban.

—Aprendan, aprendan, muchachos—les decía,—cómo se debe trabajar y cómo en otros tiempos se trabajaba.

Y todos admiraban sinceramente el valor impetuoso y la destreza serena tanto del gaucho como del gateado, prometiéndose adquirir y transmitir á sus hijos, para que no se perdieran, las prendas naturales que habían adornado tantas generaciones desaparecidas de gauchos hábiles, sufridos y fuertes, generosos y fieles.

El gaucho del gateado, conociendo cuánto lo apreciaba el vasco, y cuántas ganas tenían los peones de aprender de él á trabajar, acompañó el arreo hasta muy cerca de Buenos Aires; y más de una vez, durante el viaje, tuvo ocasión de enseñar á los muchachos cuánta prudencia, cuánta energía, cuánta perspicacia, cuánta atención, y cuántas otras virtudes se necesitan para evitar pérdidas en un arreo, durante