Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/295

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 291 —

de pobre resignada le había podido sugerir. Ya no faltaban en el rancho una toalla para secarse la cara, ni un par de sábanas de uso doméstico para la cama, ni una servilleta de alemanesco para limpiarse la boca y los dedos, en caso de tener algún huésped á quien ofrecer una tajada de asado. Dos camisetas de abrigo había conseguido para cada uno de sus hijos, con un par de pantalones, y—lujo inauditoun sombrero para el mayor y un par de zapatos para el más chico; no se le había ocurrido pedir todavía medias para los tres.

La mesita parecía mostrador de tienda, cuando Nataniel volvió á colgar la guitarra, y la tuvo que volver á tomar para pedirle al grillo:

—Que el gran favor les hiciera de regalarles siquiera un baúl ó algún ropero pá poner tanto pilchero.

No se hizo esperar la respuesta,, y en el acto apareció un baúl de esmerada fabricación, con buena cerradura, para guardar el tesoro. Probablemente el bienhechor no les había mandado ropero por haberse dado cuenta de que en un rancho tan pequeño hubiese sido un estorbo.

Cuando, como Nataniel y Filomena, uno ha sido pobre toda la vida, cualquier cosita le parece lujo; y pasaron ambos unos cuantos días, admirados de su suerte, gozando de ella con una candidez de niños, y sin pensar en pedir más, creyéndose quizá llegados al apogeo de la dicha, ó temiendo parecer groseros.

De noche, lo mismo que antes con la otra guitarra, Nataniel cantaba, y le contestaba el grillo, mientras cebaba mate Filomena, sin que ninguno se acordara de expresar el menor deseo.

Pero un día faltó la carne, y se tuvieron todos que