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que bien podrían pedir al grillo algo más que unas cuantas ovejas; ya que todo se lo daba con tan buena voluntad, era que sus deseos resultaban moderados, como lo había él mismo mandado. También, lo que antes hubieran creído ser una enormidad, ya les parecía poca cosa; estaba lejos el tiempo en que hubiera vacilado un mes Nataniel antes de pedir al grillo una bombacha ó un par de botas; y por poco hubiera despuntado en su mente la idea de que el grillo sólo cumplía con una obligación, y que á su talento de cantor y de guitarrero debía sus liberalidades; quizá el geniecillo, sin sus décimas, no hubiera podido vivir.

1 Y le cantó una de las de pedir», pero «macuca».

Se largó no más, con que sus ovejas estarían más á su gusto en campo propio que en campo del Estado, de donde, cualquier día, lo podían echar como intruso.

El día siguiente se apeó en el palenque un soldado de la policía que le traía, de chasque, mandado por el juez de paz del partido, un gran sobre de oficio. Era un título de propiedad en forma, de dos leguas de campo, allí mismo donde vivía, que el Superior Gobierno, sin que se supiera cómo ni por qué, le regalaba: ¿equivocación? ¿quizá lo habrían confundido con algún ministro?

Lo cierto es que Nataniel y su mujer no dejaron de sentirse orgullosos al verse tan ricos y empezaron á pensar que no tendría límite su poder. En la misma noche le cantó Nataniel al grillo unas cuantas décimas de alabanza agradecida, pero, al mismo tiempo, no dejó de pedirle que completase su obra regalándole, en lugar del rancho miserable, indigno ya de