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perar que se le abriera la puerta, y como mandado por una voluntad superior, soltó las ovejas juntando con las madres los corderos extraviados, haciendo salir despacio del corral las ovejas muy preñadas y atajando los capones para que en su apuro por desflorar el campo no se llevasen la majada demasiado lejos.

Una vez sosegado el rebaño en buen campo, volvió Inocencio y mudó caballo, tomando uno de la tropilla que se le vino como á ofrecer. Después, viendo que se venían acercando algunas lecheras al palenque donde estaban atados unos terneros, las arrimó, las ató y las ordeñó, sacando para ello de la pieza contigua al palenque baldes y jarros. En dicha pieza, como lo había visto Pascual, cierto día, estaba dispuesto todo como para que pudiera comer y descansar cualquier forastero, pero Inocencio todavía no pensaba en ello, pues tenía mucho que hacer y no era hora de comer. Por lo demás, los perros que allí estaban, no le molestaron y quedaron dormidos.

— La puerta del rancho principal no estaba todavía abierta y puso Inocencio los baldes de leche en la pieza; desató los terneros y fué á repuntar la hacienda. Encontró muchos grupos de ella por todas partes; lindos animales, todos muy mestizos y gordos.

Se fijó en sus respectivas, querencias y anotó en su memoria las marcas que eran tres y varios animales fáciles de distinguir por sus señales peculiares.

Cuando volvió á la estancia, pues no había más población que el rancho y tenía que ser éste la casa principal, estaba entreabierta la puerta y se veía el vestido de una mujer que cosía y cantaba :

—Para el que no tiene vicio, que sabe vivir con juicio, que sólo en trabajar piensa, habrá buena recompensa.