Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/51

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 47 —

golpe, rodando con el caballo, sin poder salir parado; y, restregándose las costillas, volvió á las casas, donde no llamó á nadie para contar su hazaña.

Pasaron así muchos días, durante los cuales entabló, domó y amansó la tropilla nueva de don Cornelio, haciéndose un peón de mi flor en cualquier trabajo de estancia. Hasta que, un domingo, por la mañana, don Cornelio, habiendo cazado á otro matrero, lo llamó y le dijo que ya le había tocado el turno y que se fuera á las elecciones, á votar, y no volviera, que no necesitaba ya de sus servicios.

—¿Por quién votaré, patrón?—preguntó Celedonio.

—Por quien le parezca mejor, amigo; que el voto es libre—le contestó el viejito.

Celedonio no pidió más, ni reclamó sueldo, y pasó por la tranquera, no sin cierto recelo de que se le cerrara de golpe otra vez, en dirección al pueblo, para obedecer á don Cornelio, de miedo que le fuera á suceder algún otro chasco.

Al alejarse del alambrado, divisó, encerrados en él y orillándolo, como en busca de tranquera, á cuatro jinetes que se acordó haber visto ya al anochecer, el día anterior, empeñados en la misma tarea. Era lo más fácil ver quiénes eran, pues relampagueaban los sables y coloreaban los quepíes; era el señor comisario, con un sargento y dos milicos, apurados para llegar antes de las elecciones que debían... vigilar.

Al llegar al pueblo, supo Celedonio que por falta de dicho señor, cada uno, ese día, era libre de votar como quería, y votó por don Cornelio, pensando que, al fin y al cabo, el viejito del alambrado no era del todo malo.