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1 ¡Vaya! ¡vaya! ¡ qué cosa! y lo bueno es que el más borracho tampoco quedaba mal, en la pulpería de don Eufemio. Las bebidas serían de muy buena calidad, pues por mucho que tomara uno, nunca quedaba enfermo: cantaba, se enojaba, metía bochinche, pero pronto ya se le pasaba y quedaba tan fresco como antes.

A pesar de su liberalidad y de su honradez, don Eufemio prosperaba; hacía fortuna, esto se conocía á la legua. El surtido cada vez mayor; una cantidad enorme de libretas, pues era preciso ser más que ruin para no conseguir de él un fiadito; las mejoras en la casa, todo claramente indicaba que era sólida la firma, cuando ya se dieron á conocer señales de que esos campos hasta entonces incultos, pronto iban á ser entregados á la agricultura. Habían venido agrimensores á medir lotes, lotes grandes, á la verdad, pero que ya iban á dejar cortada y recortada la inmensidad pampeana, poniendo fin á la vida casi nómada de los boleadores, matreros y demás que la poblaban, y don Eufemio desde entonces empezó á aconsejar á todos que trataran de arreglarse con los nuevos dueños de tanto campo, para conseguir un lote—pues los venderían con muchas facilidades de pago, y dedicarse á una vida más tranquila, más laboriosa y también más provechosa. Prometió ayudar á los á quienes no alcanzaban los medios, é hizo venir un gran surtido de todos estos artículos que necesitan los colonos para establecerse, empezar los trabajos y sostenerse también hasta la cosecha.

Muchos gauchos encontraron que tenía razón don Eufemio y siguieron sus consejos; á éstos les daba fiado todo lo que le pedían: ropa, provisiones, arados y les adelantaba también algunos pesos. No faltó