Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/64

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 60 —

revólver en el cinto; dos mujeres venían sentadas entre la carga; seguía una manada numerosa como para talar en dos días las doscientas hectáreas, conducida por un viejo y dos muchachos, hombrecitos ya ; y por detrás arreaban una majada y algunas lecheras otros tres gauchos.

Al verlos, Ciriaco, enfadado, gritó á su mujer:

—... Y las estacas de tu tío, che! ¿qué hacen ?

—Esperáte, hijo; hay que darles tiempo—contestó ella.

Desdeñosamente, se sonreía Ciriaco y seguía mirando. Pero; cuando llegó el carro justito á la línea del sobrante, se le cortó la cincha al caballo de varas, y antes que nadie lo hubiese podido remediar, se empinó el carro, volcando con estrépito en el pasto la mitad de su carga, muebles y mujeres, todo revuelto.

¡Un susto jefe! Como pudieron, compusieron las cosas con la ayuda de los que venían arreando los animales; pero, habiendo quedado éstos sólo con dos muchachos para cuidarlos, aprovecharon la ocasión, la majada para mixturarse con la de otro poblador del sobrante, y las yeguas para disparar para la querencia. Vuelto á cargar el carro, quisieron hacerlo entrar en el campo para llegar al sitio que de antemano habían señalado para establecerse pero no les fué posible: se empacó el caballo de tal modo, que no hubo forma de hacerle dar un paso; lo castigaron se desprendió la huasca del látigo; le metieron cuarta: se cortó el lazo tres veces; ataron dos laderos se les resbalaba el recado, ó se cortaba la cincha, ó no querían tirar, y todo, todo fué inútil ; no pudieron pasar la línea del campo; tuvieron que desensillar allí mismo, y acampar á dos cuadras de lo que habían creído ser el término de su viaje.