Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/71

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 67 —

EL PETIZO OVERO

Don Antonio había encerrado su majada y estaba desensillando, entre las últimas vislumbres del poniente, cuando sintió un campanilleo algo lejano todavía. Se agachó y vió que hacia su casa se dirigía una tropilla, al parecer numerosa, conducida por un solo jinete. Momentos después, éste dejó sus caballos rodeados, y acercándose al tranco, saludó á don Antonio y le pidió licencia para hacer noche. Don Antonio, incapaz de negar á nadie la hospitalidad, no vaciló un momento en convidar al forastero á bajarse y & entrar el recado.

El recién venido era un gaucho alto, delgado, de facciones poco simpáticas, con sus labios finos y su nariz aguileña, su barba renegrida y sus ojos inquietos, en movimiento perpetuo, tan penetrantes, que parecían barrenarle á uno el alma.

La sonrisa, que vagaba en la boca, dejaba ver dientes agudos que parecían más de fiera que de hombre, y tan sardónica era que inspiraba pavor como si fuera de burla anticipada por desgracias próximas. Vestía el hombre como paisano holgado, chiripá de paño y blusa bordada, haciendo resaltar la elegancia de su traje, todo negro, la bayeta colorada del forro de su poncho y el pañuelo de seda punzó, flotante en el cuello.