Página:Las veladas del tropero (1919).pdf/79

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 75 —

mo que ningún otro caballo ni potro tuvo jamás, lo despidió por encima de su cabeza y lo tiró como á diez varas, yendo á caer el muchacho en un charco de agua, de donde salió ileso, por suerte, pero cubierto de barro de los pies á la cabeza. Se mandó mudar para su casa, bien ligero y sin decir nada á nadie, de modo que, no sirviendo la lección más que para él, otros niños quisieron también probar la suerte. Dos ó tres más fueron á caer en el mismo charco, hasta que, cansado el petizo de tantas tentativas, se llevó á otros tres, seguiditos, á cinco leguas de distancia, dejándolos caer y abandonándolos en medio del campo, para que supieran de una vez que había que dejarlo tranquilo.

Y tan bien entonces cundió la voz de que era un animal temible, capaz de matar á cualquier jinete que no fuera Antonito, que ya se guardaron bien todos de acercársele. El mismo Antonito tuvo que aprender un día cierto detalle que ignoraba; pues al llegar con el petizo á la iglesia, á donde había venido en busca del cura para que fuera á ayudar á un vecino moribundo á hacer las maletas, el petizo se puso furibundo, pataleó, corcoveó y lo acabó por tirar al suelo, yéndose sólo á la querencia y dejando que Antonito volviese á su casa en mancarrón prestado que apenas podía galopar, comprendiendo que se debe evitar entre ciertas personas roces siempre desagradables.

Cuando, gracias a su petizo overo, fué suficientemente instruído y bastante rico, se le ocurrió á Antonito que debía ir á la ciudad, cuyas maravillas siempre oía ponderar, pensando que sería un verdadero paraíso, y que allí podría pasar una vida deli-