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tomar mate! Algunos, cándidamente, renegaban con las bombillas de plata, en general, que con mate muy caliente casi siempre se tapan; otros algo sospechaban, después de algunas pruebas que, por su misma repetición, los dejaban perplejos, y no faltaba quien asegurase saber que cualquier mentira hacía tapar en el acto la bombilla de don Toribio. Muchos se reían de esto, como de cosa imposible; pero no dejaba la gente de tener cierto recelo antes de faltar á la verdad en casa de don Toribio, á tal punto, que se iban poniendo lo más francos y verídicos, poco á poco y sin pensarlo, hombres que nunca, hasta entonces, habían podido abrir la boca sin soltar una mentira.

Y hasta proverbial se había hecho en el pago lo de :

«Cuidado, che, que se te va á tapar la bombilla.» Asimismo, había casos en que don Toribio podía mentir con el mate en la mano, sin que la bombilla se tapara. Era cuando, de noche, después de la cena, contaba cuentos á los niños.

Podía entonces inventar las cosas más inverosímiles y decirlas con confianza; no había peligro, y ni por las hazañas de Cuerocurtido, ni por las miradas del Buey—Corneta, ni por don Cornelio con su alambrado, dejaba de pasar el mate en la bombilla.

Los mayorcitos, muy al corriente ya, por supuesto, extrañaban que así fuera, y cuando el cuento les parecía por demás imposible, preguntaban al padre cómo era que no se tapaba la bombilla, esa bombilla, gracias á lá cual ellos habían perdido tan pronto la costumbre de mentir, aun cuando se tratara de evitar el castigo de alguna travesura un poco fuerte. Y les tenía que explicar don Toribio que una bombilla tan sagaz no podía cometer la torpeza de confundir mentiras que dañan con ilusiones que sólo embellecen la